Malacate de Tuxpango, testimonio histórico

*La obra representa una de las más notables hazañas de la ingeniería de principios del siglo XX: un funicular, inaugurado en 1905 en Ixtaczoquitlán, elemento crucial para la operación de la emblemática planta hidroeléctrica Tuxpango

Miguel Ángel Contreras Mauss

Córdoba Ver.- La fuerte estructura permanece en la memoria colectiva como una obra emblemática de la ingeniería mexicana, un monumento al ingenio y al espíritu visionario que impulsaron el desarrollo del estado y del país.

El “Malacate de Tuxpango” es un testimonio histórico invita a reflexionar sobre la importancia de conservar y valorar nuestro patrimonio industrial, como fuente de aprendizaje e inspiración para las generaciones futuras.

Operativo durante aproximadamente 90 años, se convirtió en un ícono del paisaje cotidiano de Ixtaczoquitlán. Su imponente estructura y su funcionamiento constante atestiguaron los cambios y avances que definieron el siglo XX en México.

Enclavado en el pintoresco municipio de Ixtaczoquitlán, la obra  representa una de las más notables hazañas de la ingeniería de principios del siglo XX: un funicular, inaugurado en 1905, elemento crucial para la construcción y operación de la emblemática planta hidroeléctrica Tuxpango, una de las primeras instalaciones de su tipo en México.

El malacate fue concebido como una solución ingeniosa para superar las complejidades geográficas de la región, marcada por profundas barrancas y terreno accidentado.

Con una longitud de 1.2 kilómetros, el funicular permitió el transporte eficiente de materiales, equipos y personal hacia el fondo de la barranca, donde se levantó la hidroeléctrica. La planta, financiada con capital inglés, es un ejemplo del avance tecnológico de su tiempo, uniendo precisión y funcionalidad en un entorno natural desafiante.

El malacate, operado con sistemas robustos y de gran resistencia, fue diseñado para garantizar la seguridad y eficiencia en el traslado de cargas pesadas. Facilitó la construcción de la planta y, posteriormente, su mantenimiento y operación, convirtiéndose en una herramienta indispensable para el desarrollo regional.

La hidroeléctrica Tuxpango no solo generó energía, sino que también actuó como catalizador del desarrollo industrial en la región. Proveyendo electricidad a comunidades y fomentando la expansión de la industria azucarera, la planta consolidó a Veracruz como un eje económico estratégico en el país.

El malacate desempeñó un papel fundamental durante décadas, asegurando la continuidad operativa de la planta y adaptándose a las exigencias técnicas de cada época.

La maquinaria original, fabricada con materiales de altísima calidad y diseñada para soportar las duras condiciones del entorno, continúa siendo un ejemplo de la durabilidad y la eficacia de las técnicas de construcción de su época.

Hoy trasciende su función como infraestructura técnica para convertirse en un símbolo del progreso y la innovación. Su historia destaca el valor de integrar tecnología y naturaleza para transformar comunidades, y su legado inspira a quienes buscan preservar la memoria de las grandes obras que marcaron la identidad veracruzana.

 

 

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